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Búsqueda de talento




























Imagina dos candidatos con la misma experiencia y formación. Ambos dominan las funciones del puesto, pero uno demuestra curiosidad por aprender, se adapta con facilidad a los cambios y asume nuevos retos sin temor. Con el tiempo, ese candidato probablemente alcanzará un mejor desempeño y contribuirá con más valor a la organización. Esa diferencia no está en su conocimiento técnico, sino en su potencial.


Durante años, las decisiones de selección se han centrado en los logros pasados, bajo la idea de que lo que una persona hizo antes define lo que podrá hacer después. Hoy esa mirada resulta limitada. La evaluación de potencial permite identificar la capacidad de aprendizaje, adaptación y crecimiento de un candidato, ofreciendo una visión predictiva de su contribución futura.
Cuando esta práctica se incorpora en el proceso de selección, la contratación deja de ser una respuesta inmediata a una necesidad y se convierte en una apuesta por la sostenibilidad del talento. No se trata solo de elegir al candidato ideal para el presente, sino a quien podrá evolucionar junto con la organización y sostener su desarrollo en el tiempo.
Incorporar la evaluación de potencial amplía la mirada tradicional del proceso. Deja de centrarse únicamente en lo que el candidato sabe hacer y pone énfasis en su capacidad de aprendizaje (learnability), adaptación a nuevos desafíos y manejo de la complejidad. En definitiva, permite anticipar su crecimiento dentro de la organización.
Permite reconocer de forma anticipada a quienes demuestran los drivers de potencial más altos, como la ambición, la curiosidad intelectual y la determinación. Así se identifican candidatos con una mayor probabilidad de desarrollo y ascenso, fortaleciendo la reserva de talento para roles críticos, favoreciendo la continuidad del liderazgo y optimizando la inversión en el proceso de contratación.
El potencial no solo evalúa conocimientos capacidad cognitiva, inteligencia emocional o personalidad; sino también el alineamiento de valores, la ética de trabajo y el estilo de pensamiento. Analizar estos aspectos permite detectar candidatos que no solo posee potencial de liderazgo a nivel general, sino que también comparten la visión de la empresa. Esto reduce conflictos internos, favorece la cohesión del equipo y acelera la integración de nuevos colaboradores.
Cuando las oportunidades de crecimiento se comunican con claridad desde el inicio, las expectativas del candidato se alinean con las posibilidades reales de desarrollo. Esta transparencia disminuye las renuncias durante el primer año, especialmente cuando las aspiraciones personales se ajustan a las oportunidades que la empresa puede ofrecer.
Aplicar la evaluación de potencial proyecta una imagen moderna y justa de la organización. Transmite que la empresa se interesa por el desarrollo de las personas y por construir relaciones laborales a largo plazo. Este enfoque atrae talento externo de calidad y refuerza el compromiso de quienes ya forman parte del equipo.
Ignorar el potencial puede tener efectos financieros y estratégicos importantes. Una de las consecuencias más comunes es la falta de una reserva interna de talento. Al contratar solo por experiencia, se cubren necesidades inmediatas, pero no se invierte en el desarrollo futuro. Esto lleva a depender de la contratación externa para roles de mayor nivel, un proceso más costoso, lento y desmotivador para el personal que aspira a crecer.
También se compromete la capacidad de adaptación. La experiencia previa no siempre garantiza éxito en contextos nuevos. Un colaborador con alto potencial aprende a desaprender, se adapta rápido y enfrenta la complejidad con flexibilidad. Sin esa mirada, la organización corre el riesgo de incorporar perfiles rígidos o resistentes al cambio, lo que frena su evolución.
Finalmente, no evaluar el potencial genera una gestión de sucesión improvisada. Las empresas terminan reaccionando ante vacantes críticas sin contar con un grupo preparado, lo que eleva el riesgo operativo y lleva a ascensos por antigüedad, más que por capacidad real de liderazgo o visión estratégica.
Sí. La evaluación de potencial puede adaptarse a cualquier nivel, ajustando su profundidad según los requerimientos de cada caso.
El momento ideal es una fase intermedia o avanzada del proceso, una vez validados los requisitos técnicos y de experiencia. En ese punto se convierte en un factor decisivo entre los finalistas. Aplicarla muy temprano puede extender innecesariamente los tiempos y elevar los costos, mientras que hacerlo al final permite tomar decisiones más informadas y objetivas.
Los resultados suelen obtenerse en poco tiempo, aunque dependen de la metodología utilizada. La mayoría de pruebas estandarizadas se completan en una a tres horas, y los informes ejecutivos pueden elaborarse en función del número de candidatos. En procesos internos o con consultoras, también pueden establecerse entregas parciales para avanzar con análisis preliminares antes de concluir la evaluación general.
Garantizar la imparcialidad es esencial para que los resultados sean válidos. Para reducir los sesgos más comunes, como el de afinidad, se recomienda:
La evaluación de potencial es una inversión que eleva la calidad de las decisiones de selección. Permite elegir a personas capaces de rendir hoy y de evolucionar mañana, fortaleciendo la continuidad del talento, reduciendo la rotación y consolidando una cultura orientada al desarrollo.
El verdadero valor está en cambiar la mentalidad: dejar de pensar en cubrir vacantes para empezar a construir capacidades. Medir el potencial significa tomar decisiones basadas en datos, no en intuiciones, y apostar por un crecimiento sostenido que conecte a las personas con el futuro del negocio.
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