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Conocimientos técnicos
Imagine una empresa donde los equipos no solo cumplen con su trabajo, sino que lo hacen con la confianza de saber que ante cualquier cambio, contratiempo o desafío, sabrán adaptarse sin detener el ritmo. Esta soltura no proviene únicamente de manuales detallados o cursos teóricos, sino de un conocimiento práctico adquirido con el tiempo: el know-how
Este “saber hacer” no se limita a dominar una herramienta como Photoshop o manejar un determinado lenguaje de programación. Va más allá de seguir los pasos de una metodología ágil o aplicar una estrategia de innovación. Se trata de entender en profundidad la lógica detrás de cada procedimiento, saber por qué una técnica funciona mejor que otra y reconocer cuándo es necesario un ajuste para obtener mejores resultados. El know-how no está en los documentos, sino en la forma de pensar, resolver problemas y buscar mejoras continuas.
Es cierto que el know-how abarca las llamadas habilidades técnicas (hard skills). Sin embargo, también integra la capacidad de poner en práctica metodologías de trabajo, enfoques de innovación y dinámicas de equipo para generar un impacto tangible. Por ejemplo, no basta con conocer las herramientas de un programa de diseño; la diferencia está en comprender cuál es la forma más eficiente de aplicarlas, en saber anticipar inconvenientes y en adaptar el proceso a las necesidades del cliente. Del mismo modo, una metodología ágil deja de ser una lista de pasos cuando el equipo comprende el porqué de cada fase y puede flexibilizarla sin perder el objetivo de vista.
Esto permite a la organización reaccionar con rapidez ante imprevistos, integrarse con facilidad a nuevas tecnologías y encontrar soluciones más rápidas y efectivas. En resumen, el know-how no solo impulsa la productividad, sino que mejora la calidad y la capacidad de respuesta.
El know-how no surge de la noche a la mañana ni se limita a una sola persona. Es un activo que se construye a través de la experiencia individual y colectiva, y que cobra más valor cuando se comparte. La experiencia de un colaborador que ha enfrentado situaciones complejas puede resultar esencial para quien recién se integra al equipo. Es así como se genera una transferencia de conocimiento que enriquece a la organización en su conjunto.
Este proceso puede darse mediante programas de mentoría interna, rotaciones planificadas, capacitaciones prácticas o incluso intercambios informales entre colegas más experimentados y nuevos integrantes. Además, documentar los hallazgos, mejores prácticas y casos de éxito facilita que el know-how no se pierda con la salida de un colaborador clave y que siga evolucionando a medida que cambian las condiciones del mercado.
La incorporación de nuevos miembros al equipo es el momento ideal para transmitir el know-how. Un buen proceso de onboarding no se limita a entregar organigramas o manuales, sino que muestra cómo se aplican las metodologías internas, por qué ciertos enfoques son más eficientes y qué aprendizajes han permitido mejorar los procesos con el tiempo. De este modo, el nuevo colaborador no solo comprende “qué hacer”, sino también el “por qué” y el “cómo”, lo que acelera su integración y su capacidad de aportar valor.
Herramientas tecnológicas, bases de conocimiento internas y plataformas de colaboración pueden ayudar a almacenar y difundir parte del know-how. Sin embargo, la interacción entre personas sigue siendo insustituible. Es en el intercambio directo, en la resolución conjunta de problemas y en las discusiones sobre casos reales donde se consolida este conocimiento práctico que marca la diferencia.
En un entorno dinámico, donde las demandas de los clientes y las condiciones del mercado cambian con rapidez, el know-how proporciona una ventaja competitiva real. Permite a la organización mantener su eficiencia, fomentar la innovación interna, responder con agilidad a circunstancias imprevistas y evolucionar constantemente.
Cuidar, valorar y compartir el know-how es, en definitiva, apostar por un crecimiento sostenible. Es el puente entre la teoría y la acción, y convierte a la empresa en un organismo vivo que aprende, se adapta y mejora de forma continua.
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