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Evaluación por competencias
¿Por qué algunos proyectos prosperan con fuerza mientras otros avanzan con lentitud, a pesar de contar con recursos suficientes? En muchos casos, la diferencia radica en contar con un sistema de gestión de metas eficaz para definir objetivos y darle seguimiento de manera sistemática. Cuando las metas se formulan con claridad, las tareas cotidianas dejan de ser meras acciones dispersas y se convierten en pasos coherentes hacia un logro mensurable.
En este artículo, exploraremos cuatro sistemas de metas bastante utilizados en diversos contextos organizacionales:
Cada uno ofrece una perspectiva distinta, pero todos buscan algo en común: convertir aspiraciones en resultados concretos. En cada sección verás ejemplos prácticos, sugerencias de aplicación y las situaciones en las que puede encajar mejor. Al final, decidirás cuál, o cuáles, se ajustan más a tu realidad.
Los KPIs son indicadores cuantitativos que permiten medir, de manera objetiva, la efectividad de un área, proceso o proyecto. Al usarlos, pasamos de declaraciones generales como “queremos crecer” a cifras concretas que muestran si y cuánto estamos creciendo.
Ejemplo sencillo: Imagina un e-commerce que busca incrementar su tasa de conversión (porcentaje de visitantes que realizan una compra). Si en el último trimestre fue del 3%, puedes fijar un KPI de 4% para el próximo trimestre. De ese modo, queda claro cuán cerca o lejos se está del objetivo y qué tan efectivas son las estrategias de marketing.
Los KPIs ayudan a traducir objetivos estratégicos en mediciones tangibles. Permiten ver claramente cuáles áreas requieren atención prioritaria, detectar desviaciones tempranas y respaldar las decisiones con datos. Además, fomentan el aprendizaje continuo: si un KPI no llega al valor deseado, es señal de que el proceso, la herramienta o incluso la meta necesitan ajustes.
Para saber si un KPI está bien planteado, puede utilizarse el marco SMART, que ayuda a verificar si el indicador está bien definido. En términos de KPIs, implica que sean:
Ejemplo práctico: “Reducir los costos de producción en un 5% para finales del siguiente trimestre” cumple con estas premisas. Es claro qué se medirá (costos), cómo se medirá (en porcentaje de reducción), por qué importa (impacto en rentabilidad) y hasta cuándo se revisará (final del trimestre).
Los KPIs encajan bien cuando la empresa tiene procesos relativamente estables que desea mejorar o monitorear de forma continua. También resultan útiles para comparar períodos y detectar tendencias (picos, caídas o estancamientos). Son ideales en áreas como manufactura, servicios, atención al cliente o marketing digital, donde la eficiencia y la calidad se miden de manera sostenida.
Los OKRs combinan un objetivo cualitativo (Objective) con resultados clave cuantitativos (Key Results). Funcionan en ciclos cortos (generalmente trimestrales o semestrales) y apuntan a metas ambiciosas en las que la organización desea avanzar con rapidez.
Ejemplo sencillo:
– Objetivo: “Consolidar nuestra marca como líder en software de contabilidad para PYMES.”
– Key Results (posibles mediciones):
Mientras el objetivo marca la dirección y motiva al equipo, los Key Results definen en números si se va cumpliendo esa dirección.
El núcleo de los OKRs es la combinación de ambición y claridad. Al redactar un objetivo inspirador, se anima a los equipos a ir más allá de lo habitual, mientras que los Key Results aseguran que ese ideal se aterrice en resultados medibles. Entre sus principales beneficios destacan:
Supongamos que diriges un equipo de marketing digital. Estableces el siguiente objetivo: “Impulsar la marca en Latinoamérica para convertirnos en referencia de nuestro sector.”
Cada dos semanas, revisas los avances con el equipo y realizas los ajustes necesarios, como cambiar la estrategia de contenidos o buscar nuevos partners.
Los OKRs son ideales en contextos dinámicos: startups, empresas tecnológicas, negocios que lanzan productos o servicios con frecuencia, etc. También son útiles para motivar a los equipos a perseguir metas exigentes y adaptarse rápidamente a cambios de rumbo. No se recomienda usar OKRs para monitorear cada proceso rutinario, sino para empujar avances significativos o innovaciones puntuales.
El Balanced Scorecard (BSC) fue desarrollado por Robert Kaplan y David Norton con la idea de observar a la organización desde cuatro perspectivas equilibradas:
Así, en lugar de enfocarse solo en lo financiero, la empresa considera también aspectos como la relación con el cliente, la calidad de sus procesos y la mejora continua del talento.
La gran virtud del BSC es que promueve una visión integral, a la vez que conecta cada perspectiva con la estrategia general de la empresa. Si, por ejemplo, se mejora en procesos internos (reducción de errores, optimización de la cadena de suministro), esto suele repercutir en mejores resultados financieros y mayor satisfacción del cliente.
Sin embargo, puede volverse complejo si se definen demasiados indicadores. El secreto está en seleccionar cuidadosamente los objetivos y los indicadores más relevantes para cada perspectiva, evitando la dispersión.
Imagina una empresa de consultoría en tecnología. Para cada perspectiva podrías fijar:
Cada uno de estos objetivos se asocia a indicadores puntuales y, a su vez, a planes de acción y responsables concretos.
El BSC es especialmente útil en organizaciones de mayor tamaño o complejidad, donde se necesite un enfoque estructurado que no descuide ninguna área clave. Si deseas alinear la estrategia financiera con la satisfacción del cliente, la eficiencia interna y el desarrollo del talento, el BSC ofrece un marco sólido para lograrlo.
El Management by Objectives (MBO), concebido por Peter Drucker, se basa en la idea de que cada persona establezca metas alineadas con las metas globales de la organización. El diálogo entre líder y colaborador es fundamental para definir objetivos realistas y compartidos, lo que refuerza el sentido de responsabilidad individual.
Por lo general, el MBO sigue esta secuencia:
Supongamos que eres gerente de marketing y tienes un analista de redes sociales. Juntos definen: “Incrementar en un 20% el número de leads semanales generados a través de Facebook Ads en el siguiente trimestre.” El analista sabe qué se espera de su trabajo y por qué: esos leads se conectan con la meta global de aumentar las ventas. Durante el trimestre, mantienen reuniones de seguimiento para ajustar estrategias de segmentación y creatividad en los anuncios.
La principal ventaja del MBO es la motivación y el compromiso que se logra al implicar al colaborador en la definición de sus metas. Además, las evaluaciones de desempeño se vuelven más justas y objetivas, pues se basan en objetivos pactados. Sin embargo, si el diálogo es inexistente y las metas se imponen, el espíritu de cooperación se rompe. También puede volverse un ejercicio burocrático si no se da seguimiento regular.
El MBO es muy valioso en estructuras con responsabilidades claras, donde la comunicación fluida entre jefes y colaboradores permita definir metas y revisarlas con facilidad. También encaja bien como un método complementario a otros sistemas. Por ejemplo, usando KPIs para medir resultados globales y MBO para trabajar el desarrollo profesional de cada persona.
Cada sistema (KPIs, OKRs, Balanced Scorecard y MBO) ofrece un modo distinto de definir, medir y ajustar objetivos:
La elección depende de factores como la naturaleza del negocio, la velocidad de cambio en el mercado y la cultura de la organización. A menudo, se combinan elementos de varios métodos para aprovechar sus ventajas. Por ejemplo, se pueden usar KPIs como parte de la perspectiva financiera en un Balanced Scorecard, o implantar objetivos individuales (MBO) dentro de un marco más amplio de OKRs.
Lo esencial es que el sistema de metas no se quede solo en teoría. Debe reflejarse en la rutina diaria, con seguimientos periódicos y decisiones basadas en datos. Con la adecuada consistencia, cualquier equipo, ya sea una startup en pleno crecimiento o una empresa consolidada, puede traducir sus aspiraciones en progresos medibles y sostenidos.
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